lunes, abril 23, 2007
¡Ojala fueran "Republiquitas"!
El Presidente arremetió ayer contra la descentralización, ya no en forma sugestiva, sino expresamente, por la calle del medio. Se mostraba, además, indignado por la manera en que los gobernadores se sienten con autoridad de gobernar sus estados! (no es redundancia, y no exagero, así mismo lo dijo). Les reclamó a las autoridades regionales el hecho de gobernar como si fuesen presidentes de unas "republiquitas". En fin, según Chávez, eso se acabó! Aquí hay una sola República...aquí hay ¡Un poder CENTRAL! y punto, ya está... le faltó el "¡he dicho!".
La "justificación" es simple: "esos votos son de Chávez".
La "justificación" no aguanta el más mínimo argumento sólido y proyectado en el tiempo.
Se ve en las disposiciones de Chávez la clara incompatibilidad de su proyecto con cualquiera que se denomine democrático. Si se quiere poner en términos de "poder para el pueblo", la fórmula resulta facilita: más descentralización = más poder para el pueblo. Menos descentralización = menos poder para el pueblo. ¿De qué sirven 100000000000 Consejos Comunales si todos dependen de una muy recalcada "Comisión Presidencial"? Estas instancias, junto a otras que se proponen actualmente, resultarían muy beneficiosas si de veras surgieran de forma endógena, y no en esa especie de "descentralización centralizada" en las que las concibe el Presidente.
Venezuela se ha proclamado, desde sus primeros años, un país federalista. La historia comprueba la colosal mentira que ha sido esa proclama, aunque se halle plasmada en Constitución tras Constitución. La descentralización, a raíz de la Comisión Presidencial para la Reforma del Estado (COPRE) en la era civil, tomó un paso adelante en la consecución de acercar el gobierno al pueblo. Fue así que se impulsó, entre otras cosas, la elección universal, directa y secreta de alcaldes y gobernadores, hasta el momento designados por el Presidente de la República.
A partir de 1989, el proceso descentralizador ha ido en ascenso, aunque con muchas "patas cojas", entre ellas la dependencia enfermiza que las regiones tienen con el fisco nacional. Aun así, no resulta sino cínico negarse al progreso que ha significado para alguien de Nirgua arreglar sus problemas en Nirgua, y no que se los arregle algún burócrata en Caracas, con total desconocimiento de su realidad y en el lapso que este último considere prudente.
La profundización de la descentralización debería llevar a la creación de Haciendas Públicas Estadales, de modo que los estados y municipios puedan financiarse a sí mismos sin necesidad de ser "panitas" o jaletes del Presidente de turno...
La profundización de la descentralización debería llevar a una cada vez mayor autonomía de las regiones, y al autogobierno de las mismas. Esto de ninguna manera amenaza al poder central. Mucho menos lo hace a la unidad de la República. Es inútil tratar de gobernar el Alto Apure con los mismos códigos de La Asunción. Ahí no hay derecha ni izquierda, socialismo ni capitalismo. Intentar hacerlo sería obviar todo lo que en políticas públicas y planificación se ha desarrollado en los últimos treinta años por lo menos.
Si esto es así, y si se busca una democracia más participativa, entonces el Presidente se equivoca. No existen "desviaciones presidenciales" en los gobernadores, como ha tratado de hacer ver el jefe de Estado. Si esto es así, casi que se le tiene que responder al presidente que las regiones tendrían que ser republiquitas, y que el máximo beneficiario de esto sería el pueblo venezolano, que no por ser gobernado por más de una persona dejará de ser venezolano.
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