viernes, agosto 17, 2007
A juro ni a la esquina...
Si algo aprendí estudiando sociología es que las cosas impuestas -en especial las políticas impuestas- jamás funcionan. Esto, obviamente, no es un llamado a la conformidad, tampoco un consuelo terapéutico frente a las reformas que se pretenden hacer a la Constitución Nacional. Pero sí es un llamado de atención sobre algo que puede resultar a la vez reconfortante y alarmante: una Venezuela socialista jamás podrá consolidarse si se basa en la imposición y la voluntad de un "jefe". Para que Caracas sea "cuna de Bolívar, reina del Guaraira Repano" hace falta mucho más que un artículo constitucional. La identidad no es cuestión de leyes. El del nombre de la ciudad capital es tan sólo uno de muchísimos casos que pueden tomarse como ejemplo de las bastas pretensiones de la reforma chavista.
Más arriba dije que todo esto puede ser a la vez reconfortante y alarmante. Es reconfortante porque si el militarismo emprende la construcción de su socialismo bolivariano petrolero y nosequemás bajo la premisa de la imposición, será una tarea condenada al fracaso. Es alarmante, porque Venezuela se dirige -de aprobarse los cambios propuestos- hacia un calle ciega que sólo dejará frustraciones, rabias, millones de bolívares desperdiciados y millones de esperanzas traicionadas.
El daño que le hace el autoritarismo militar a Venezuela es de proporciones descomunales. La tarea de quienes creemos en la democracia es simple, mucho más simple que en oportunidades anteriores: decirle NO a esta apología de la barbarie.
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