jueves, julio 05, 2007
Las Independencias que faltan
Hoy se celebran ciento noventa y seis años de la Independencia de Venezuela. La fecha misma impone reflexión acerca del estado de nuestra nación y de los retos que tenemos por delante. Aquella primera Independencia, la del 5 de Julio de 1811, nos libró del Imperio español, nos convirtió en nación libre y desató la tremenda "fiebre" independentista de los pueblos oprimidos por las fuerzas extranjeras. Gigantes aquellos que lograron para nosotros esa gesta.
Tras siglos de opresión foránea, la América libre vivió intensamente otra tragedia: la de la opresión doméstica. Ya no era el Rey ni sus vasallos. Ahora, eran implacables caudillos que hacían de nuestros países su finca personal. La sucesión dependía del sable y de la pólvora, de la traición y del continuismo, del dedo y la bayoneta. El pueblo no estaba en la agenda de quienes gobernaron con cachucha y bota todo el siglo XIX y buena parte del XX. Esa fue la realidad venezolana. El 23 de enero de 1958 -tras el brevísimo ensayo del año cuarenta y cinco- Venezuela logró su segunda Independencia. Esta vez, una independencia que nos libró del gobierno militar, dando la soberanía al pueblo a través del voto, y no a los generales a través de la bala o la conchupancia. Fue una independencia donde la mujer, el analfabeta, el campesino, el estudiante, el trabajador, se convirtieron en los verdaderos protagonistas de los destinos nacionales. Voto directo, universal y secreto. Democracia y libertad. Esos fueron los estandartes de la revolución democrática que arrebató para siempre a la bota militar las riendas de la patria. Gigantes, también, aquellos que nos dieron a probar las mieles de la libertad y la democracia.
Hoy por hoy, sabemos que el "para siempre" duró hasta 1999. Las fallas mismas de la democracia (que es siempre un proceso perfectible, jamás un estado final) y la conducta desleal de buena parte de su dirigencia llevaron a la cachucha al poder nuevamente. Quienes tratan de redimirse de aquel adefesio, alegan que la cachucha vino en forma de caperuza y que fueron engañados. Nada más lejos de la verdad. Aquellos querían "orden" y "mano dura" y se buscaron un gorilón militar para hacerlo. Los resultados hoy son evidentes.
Las independencias que faltan son ya de orden más profundo. Sigue vigente nuestra necesaria independencia del mito militar. En 196 años de vida republicana, ¿cuántos presidentes civiles hemos tenido en relación a los militares?. Tan sólo sacar la cuenta por ahí habría de ser suficiente. De la misma manera, se impone la necesidad de verdadera independencia en los asuntos que nos agobian como país: la pobreza, la violencia, la extrema inseguridad, la confiscación de libertades, los intentos hegemónicos en todos los campos. Nuestra gesta debe ser una que lleve a la reconciliación, a la unidad en la pluralidad, a la valoración de la democracia como el mejor de los sistemas (o el menos malo si prefieren los escépticos, a los efectos da igual), al desarrollo de nuestro país y al progreso de nuestra gente. Seamos nosotros los gigantes que llevemos a cabo las independencias que faltan...
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