La unidad de las fuerzas democráticas es un reclamo fervoroso de la población con miras a las elecciones del 23N. Es propio de momentos de crisis como el actual cerrar filas en torno a afinidades programáticas y visiones comunes, con el propósito de hacer frente al avance del contrario y de maximizar el beneficio de quienes abogan por una causa compartida, en este caso el cambio en democracia. Más claro no canta un gallo... Ahora, la unidad no es sólo un reclamo, sino que -desde la óptica de quien escribe- ese reclamo lleva a que en la práctica se perfile de dos maneras: como estrategia y como chantaje.
La unidad como estrategia
¿Por qué el reclamo de la unidad? Porque se percibe que es la única manera de ganarle al chavismo en muchas partes del país. Dicho de otro modo, la unidad es una estrategia en la cual diversos grupos (y no debe dejar de resaltarse lo diversos que son, en un espectro que incluye desde los ñángaras de Bandera Roja hasta la derecha cristiana de Copei) hacen a un lado sus diferencias ideológicas y personales en pro de la obtención de la victoria electoral para los sectores democráticos.
Más allá de las cuestiones de forma -la manera en que se elige el abanderado de los sectores descontentos, los conflictos que surgen en el calor del debate, etc.- queda claro que esta es una estrategia adecuada para conseguir alcaldías y gobernaciones que, de ir divididas las fuerzas democráticas, podría conservar el chavismo. Obviamente, la unidad es una necesidad en instancias como el Municipio Sucre del Estado Miranda, el Municipio Libertador del Distrito Capital y la Alcaldía Metropolitana de Caracas, sólo para mencionar algunas de nuestra área metropolitana. De eso no queda la menor duda. Allí se honra el reclamo popular de unidad, a la vez que se comprende la necesidad estratégica y política de la misma.
La estrategia de la unidad -por cierto, de la unidad para ganar, no para "repartirse las cuotas de candidatos"- es infalible desde este punto de vista, y se presenta como un gran acierto de los sectores que adversan las pretensiones uniformadoras del oficialismo.
Lo que nos lleva al siguiente punto y a la segunda manera de concebir la unidad...
La unidad como chantaje
Amparados en el clamor popular que representa el llamado a la unidad de los sectores democráticos, algunos factores de la alianza no le están diciendo la verdad al país. Así como es verdad que en algunas partes del país la unidad es una condición necesaria para la victoria electoral, es verdad también que en otras partes del país no lo es. Entonces, una vez despojada de su necesidad estratégica de contrarrestar la fortaleza del oficialismo para poder hacerse del triunfo, ¿qué papel cumple la unidad de los factores de oposición? La verdad es que ninguna, más allá del chantaje, la estafa, y la pretensión de las cúpulas y las camarillas de imponer a los suyos a como de lugar.
Es un argumento que a primera vista puede parecer antipático, pero es la verdad: no en todos lados es necesaria la unidad para ganar. Así como dijimos que en Sucre y Libertador la unidad es indispensable, también podemos decir que la unidad en Chacao, Baruta o El Hatillo no corresponde a la necesidad estratégica de la misma, y que se torna en un vil chantaje basado en la mentira. ¿Cómo en la mentira? Muy sencillo: es mentira que si la "oposición" lleva a dos o tres candidatos en estos municipios vaya a ganar el chavismo. En una hipotética elección donde la oposición lleve al candidato A, al candidato B y al candidato C, y el chavismo lleve al candidato D, en estos municipios lo más probable es que el candidato del chavismo quedara limitado a un tercer o cuarto lugar en los resultados electorales. Cualquier eventual "amenaza" del candidato D sería resuelta por el ciudadano mediante la economía del voto.
¿Entonces? ¿No creemos en la democracia y en el gobierno de los mejores? Es nuestra oportunidad, como sectores democráticos, de dar el ejemplo y de poner la democracia en acción, permitiendo en estos lugares la competencia de los distintos factores y de sus planteamientos sin restricción alguna, y aprovechar así para hacer campañas basadas en lo que realmente importa (o debería importar) para las venideras elecciones: las propuestas, los planes de gobierno, las ideas, y no -como lamentablemente la polarización ha incitado- el color de la camisa o el "lado" del país que se pretende representar.
Repito, en estos casos, no se le está hablando claro al país. Más aun, se le está estafando bajo supuestos errados y deliberadamente puestos en agenda por sectores interesados. ¿Será que a estos últimos no les importa tanto poner en práctica los principios democráticos que a diario pregonan, sino, en lugar de ello, beneficiarse del legítimo llamado a la unidad para su provecho partidista o personal? ¿Será que los "nuestros" no están haciendo otra cosa que reproducir las prácticas dudosas y antidemocráticas del "otro lado", amparados en la justa preocupación de la gente acerca de la unidad?
La unidad es una herramienta esencial y acertada de los sectores democráticos venezolanos, pero no se le puede mentir al país. La unidad es para ganar y crecer, no para amilanar y chantajear a quienes no entren por el tubo de los intereses de los cogollos.
Para finalizar, sirva la situación de Chacao para ilustrar lo dicho anteriormente. Es un secreto a voces que la alharaca formada entre Graterón-UNT-Liliana Hernández puede reducirse a un enfrentamiento entre distintos personeros internos de ese partido, particularmente entre Leopoldo López y Manuel Rosales. La seriedad de la oposición -y la eficacia de la estrategia unitaria- dependen de que lo asuman como tal, y dejen de mentirle al pueblo (y de asustarle además) diciéndoles que si en Chacao va más de un candidato el chavismo se va a apoderar del municipio.... Seamos honestos, y sobre todo, seamos democráticos.
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